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Manifiesto de libertad: El Objetivismo desafía el control colectivista de la izquierda
Manifiesto de libertad: El Objetivismo desafía el control colectivista de la izquierda

    Los que odian a los ricos no tienen el coraje de crear nada propio. Solo saben exigir lo que no merecen. Esta verdad, cruda y sin filtros, es el corazón del Objetivismo de Ayn Rand, una filosofía que no se dobla ante el ruido ensordecedor de la izquierda colectivista. 

    Hoy, el mundo está atrapado en una telaraña de envidia, regulaciones asfixiantes y un “papá Estado” que promete salvarnos mientras nos encadena. La izquierda, con su cruzada contra el éxito y su adoración al control centralizado, está desmantelando el motor del progreso: los creadores, los innovadores, los que se atreven a construir. Pero el Objetivismo no se queda callado. Este es un manifiesto para los que todavía creen en la libertad, en la razón y en el derecho a forjar su propio camino.

    La izquierda y su odio al éxito: Una guerra contra los creadores

    La izquierda ha convertido a los ricos en los malos de la película. “Los ricos son el problema”, gritan, mientras señalan a empresarios, innovadores y visionarios como si fueran ladrones. Pero, ¿quiénes son esos “ricos” que tanto desprecian? Son los que levantan fábricas, crean empleos, inventan tecnologías que cambian el mundo. Son los que arriesgan todo, trabajan sin descanso y transforman ideas en realidad. El Objetivismo lo tiene claro: la riqueza, cuando se gana con esfuerzo y talento, no es un delito; es una medalla al mérito.

    La izquierda, sin embargo, no quiere escuchar. Su narrativa está impregnada de envidia, no de justicia. Castigan a los productores con impuestos confiscatorios, regulaciones absurdas y una cultura que glorifica la mediocridad. Si construyes una empresa desde cero, te llaman explotador. Si innovas, te acusan de codicia. Es una guerra contra los creadores, y la izquierda la libra con una hipocresía que apesta. Como dice Rand, los que odian a los ricos no tienen las agallas de crear algo propio. Prefieren exigir, quejarse, señalar con el dedo mientras esperan que el Estado les reparta las migajas.

    El culto al "papá Estado": La esclavitud disfrazada de justicia

    La izquierda adora al “papá Estado” como si fuera un dios benévolo. Nos dicen que el gobierno debe cuidar de nosotros, repartir la riqueza, “nivelar el campo de juego”. Pero, ¿a qué costo? Este culto al Estado no es más que esclavitud envuelta en promesas vacías. Cada subsidio, cada programa social, cada regulación que imponen es una cadena más en nuestras muñecas. El Objetivismo lo ve con claridad: nadie tiene derecho a vivir a costa de otro. La libertad significa ser dueño de tu vida, no un peón en el tablero de un burócrata.

    El “papá Estado” de la izquierda no salva; destruye. Premia a los que no producen, castiga a los que sí lo hacen y crea una sociedad de dependientes que mendigan favores. ¿Quieres un ejemplo? Mira las políticas que asfixian a las empresas con impuestos y trámites mientras subsidian la ineficiencia. El resultado es un sistema donde el mérito muere y la mediocridad reina. El Objetivismo, en cambio, aboga por una red descentralizada: cada individuo, libre, creando valor sin interferencias.

    El colapso del aparato productivo: El precio del colectivismo

    El motor del mundo se está deteniendo, y la izquierda es la que aprieta el freno. Sus políticas colectivistas —impuestos abusivos, regulaciones interminables, obsesión por la “igualdad” a cualquier precio— están matando al aparato productivo. Fábricas cierran, emprendedores se rinden, innovadores se van. ¿Y qué nos queda? Una economía tambaleante, sostenida por promesas vacías y deuda. El Objetivismo nos recuerda una verdad brutal: sin productores, no hay prosperidad. Los creadores —los ingenieros, los empresarios, los inventores— son los que hacen girar el mundo. Cuando los castigas, todo colapsa.

    La izquierda no entiende esto. O peor, no les importa. Su visión colectivista ve el éxito individual como una amenaza, no como un motor. Cada ley que aprueban, cada discurso que demoniza a los ricos, es un clavo en el ataúd de la civilización. En el espíritu cypherpunk, esto es como intentar censurar internet: un ataque a la libertad de crear, de innovar, de ser. La respuesta objetivista es clara: desconéctate del sistema. Rechaza sus reglas. Construye tu propio camino. Si los colectivistas quieren un mundo sin productores, que enfrenten las consecuencias de su vacío.

    El manifiesto de la libertad

    Este es el momento de elegir: libertad o esclavitud. El Objetivismo de Ayn Rand no es solo una filosofía; es un grito de guerra contra el control colectivista de la izquierda. Nos recuerda que la razón, el esfuerzo y el mérito son los cimientos de un mundo que funciona.

    Los que odian a los ricos, los que idolatran al “papá Estado”, los que destruyen la producción con su envidia y sus regulaciones, no tienen nada que ofrecer. Solo saben exigir lo que no merecen.

    Únete al manifiesto de la libertad. Abraza tu derecho a crear, a prosperar, a vivir para ti mismo. Esto significa descentralizar tu mente, rechazar el control centralizado y construir tu propio futuro. Que la izquierda se ahogue en su propio caos. Nosotros, los que creemos en la libertad, seguiremos adelante, levantando un mundo donde el mérito triunfa y las cadenas se rompen.

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