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El dólar paralelo: una referencia incómoda para un país en ruinas
El dólar paralelo: una referencia incómoda para un país en ruinas

    Venezuela está en llamas y es un campo de batalla donde el dólar paralelo no es solo una referencia: es una forma de decirle no a un régimen que quiere a todos de rodillas. Como en 1984 de George Orwell, donde el Gran Hermano vigilaba hasta el alma, aquí el gobierno controla todo: el Banco Central, el SENIAT, la Superintendencia de Criptomonedas, las leyes de un supuesto precio justo que en realidad solo aprietan el cuello.

    El cierre de El Dorado, es un golpe bajo, una prueba más de que el régimen no soporta que los venezolanos sean libres. Pero en este país donde el bolívar es un chiste cruel, el dólar paralelo y las plataformas que muestran una referencia para la cotización del mercado son una rebelión al mejor estilo cypherpunk: un grito de autonomía, un desafío al control, una chispa que no se apaga.

    Un Estado fallido que asfixia

    Venezuela es Gotham, un lugar donde el caos no es un accidente, sino una estrategia. No hay separación de poderes, no hay instituciones que sirvan al pueblo. En su lugar, tenemos un Gran Hermano que lo maneja todo. El Banco Central imprime billetes sin valor para sostener al régimen. El SENIAT te persigue como si fueras un criminal por ganarte la vida. La Superintendencia de Criptomonedas reprime cualquier intento de innovar. Y la Ley de Precios Justos no es más que una excusa para controlar, castigar, destruir. Este no es un gobierno; es una máquina de opresión que quiere reescribir la realidad para que creamos que sin ellos no podemos sobrevivir.

    El Dorado era incómodo. El gobierno no tolera que pienses por tu cuenta, que muestres en una cotización del dólar, la realidad de un país que ellos no pueden solucionar. Aquí el supuesto crimen es económico: usar el dólar paralelo, cambiar cripto, buscar una salida al desastre que ellos crearon.

    El cierre de El Dorado no es solo un ataque a una empresa; es un ataque a la libertad, es querer reducir la capacidad de decidir sin pedirle permiso a un régimen que no tiene derecho a gobernar, lo perdió el 28 de julio de 2024 o incluso mucho antes. El dólar paralelo es una respuesta, es una rebelión. En un país donde el bolívar se derrite en la hiperinflación, donde un sueldo no alcanza ni para un kilo de arroz, el dólar paralelo solo es un reflejo de esa realidad, no la causa.

    No es un mercado negro porque las personas quieren ser delincuentes; es negro porque el régimen obliga a vivir en las sombras. Cada transacción en dólares, cada intercambio en cripto, es un acto de resistencia. Es una manera de decir: “No te necesitamos”. Como en La rebelión de Atlas de Ayn Rand, donde los creadores se niegan a sostener un sistema que los explota, los venezolanos están tratando de crear su propia economía.

    Me he sorprendido al escuchar a muchos en redes, en la calle, en la prensa criticar a El Dorado por no seguir las reglas del régimen o inflar el mercado. ¿Qué reglas? ¿Las de un gobierno que perdió toda legitimidad hace años? Esos que señalan a El Dorado son como los que en 1984 delataban a sus vecinos por pensar diferente. No ven que en Venezuela las leyes no protegen, oprimen. Las regulaciones no ordenan, destruyen. Condenar a quienes desafían este sistema es ponerse del lado del opresor, es aceptar que se merecen las cadenas.

    Polis paralelas: La resistencia que no se rinde

    El dólar paralelo y plataformas como El Dorado no son errores del sistema; son una salvación, unas instituciones paralelas. Me recuerdan a las “polis paralelas” de la República Checa en los años 80 y de las que aprendí hace poco, cuando, bajo el comunismo, la gente como Václav Havel creó espacios de libertad: foros culturales, redes de educación, mercados informales. No era caos, era un orden nuevo, uno que nacía del pueblo, no de un dictador. En Venezuela, el dólar paralelo, bitcoin y las criptomonedas, los trueques digitales son esas polis paralelas, privacidad y algo de libertad. Son una manera de decir: “Si el Estado no sirve, nosotros hacemos las reglas”.

    Esto es el corazón cypherpunk: usar la tecnología para ser libres. En 1984, el Gran Hermano tenía ojos en cada esquina, oídos en cada conversación. Aquí, el régimen quiere saber cada dólar que cambias, cada cripto que mueves. Pero con el dólar paralelo y las plataformas cripto, les decimos: “No puedes controlarnos”. Cada transacción fuera de su radar es un acto de desafío, una chispa que enciende la esperanza. Es como en La rebelión de Atlas, donde los héroes abandonan un sistema podrido para construir uno propio. En Venezuela, cada dólar cambiado en la calle, cada Bitcoin que pasa de un wallet a otro, es un pedazo de libertad, un pedazo de futuro.

    Bajo la bota del régimen, el Dorado tuvo que cerrar, se arrodilló. Es una victoria para el Gran Hermano, un recordatorio de que todavía tienen el poder de aplastar lo que les asusta. Pero no nos equivoquemos: esto no es el final. El dólar paralelo sigue vivo, las criptomonedas siguen corriendo, y los venezolanos siguen encontrando formas de burlar al sistema.

    Los venezolanos son más que sobrevivientes; son rebeldes y espero que esta llama no se apague. Y mientras se siga la lucha, esa chispa puede convertirse en un fuego que ilumine el camino hacia un país donde la libertad no sea solo un sueño.

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