En un mundo donde los gobiernos rastrean cada aspecto de la vida, censuran a voluntad y tratan de eliminar la autonomía y soberanía personal, Bitcoin emerge como un estandarte de resistencia. Inspirado por los cypherpunks — programadores y visionarios que soñaron con un futuro donde la privacidad y la libertad fueran inalienables -, Bitcoin no es solo una herramienta financiera, sino una declaración filosófica: el poder debe volver al individuo.
Alcanzar esa soberanía no es automático; requiere un viaje consciente a través de niveles de conocimiento, práctica y compromiso. Aquí te presento cuatro etapas en ese camino hacia una soberanía absoluta, cada una un paso más cerca de los ideales cypherpunk de privacidad, seguridad y control absoluto.
En mi caso, fue algo que me tomó cerca de 3 años en los que fui escalando de niveles, sin contar que antes de eso, estuve unos cuantos más solo en el primero de ellos.
Nivel 1: Ser principiante con un desconocimiento y dependencia total de un tercero
En el inicio, un usuario de Bitcoin es un prisionero voluntario de la comodidad. Compra sus satoshis en un exchange centralizado — Coinbase, Binance, un neobanco — y los deja allí, confiando en la “seguridad” de un tercero. Sus claves privadas, el corazón de su soberanía, no están en sus manos; su identidad, expuesta a través de KYC, queda vinculada a cada movimiento. Este nivel es la antítesis del propio Satoshi: un sistema donde el usuario es vigilado, sus fondos están a merced de hackers o confiscaciones del gobierno, y su libertad, por supuesto, es una ilusión sostenida por la conveniencia.
El principiante no ve las cadenas porque no las siente aún. Pero la historia de Mt. Gox y más reciente de Bybit o bloqueos de cuentas demuestra que la dependencia es vulnerabilidad. Para los cypherpunks, este nivel es un punto de partida inaceptable: “Si no controlas tus claves, no controlas tu bitcoins”. La soberanía comienza con el rechazo a la custodia ajena.
Nivel 2: el despertar y los primeros pasos hacia el control
El usuario básico da un paso tímido hacia la libertad. Retira sus bitcoins del exchange y los guarda en una wallet propia (particularmente me gusta Exodus). Por primera vez, sostiene sus claves privadas, un acto que resuena con el manifiesto cypherpunk de Eric Hughes: “La privacidad requiere que las personas tomen medidas para protegerse”. Una contraseña básica protege sus fondos, pero la superficie apenas se rasga: las compras siguen atadas a exchanges con KYC, y la seguridad es frágil como un castillo de naipes.
Aquí, el usuario despierta a la idea de autonomía, pero sigue expuesto. Su dirección IP no está oculta, sus backups son improvisados, y la privacidad sigue siendo un lujo lejano. Es un avance, sí, pero insuficiente. La seguridad sin privacidad es una victoria a medias; el control sin anonimato, una revolución incompleta.
Nivel 3: El guardián con seguridad y un vistazo a la privacidad
En el nivel intermedio, el usuario abraza la responsabilidad con seriedad. Sus bitcoins se resguardan en una wallet hardware ( yo utilizo Trezor). Las compras migran a terrenos más libres como plataformas P2P (yo uso hodlhodl.com), evitando las garras del KYC. Una VPN (yo uso toda la suite de Proton), y los backups encriptados se convierten en un ritual sagrado. Este es el guardián que comprende que la seguridad no es negociable y que la privacidad es un derecho que debe reclamarse.
Sin embargo, el nivel 3 sigue siendo un compromiso. La dependencia de hardware de terceros introduce un punto débil; la reutilización de direcciones públicas deja huellas en la blockchain. Para los cypherpunks, este nivel es un refugio temporal, no un destino. Como dijo Timothy May en el Crypto Anarchist Manifesto, “la tecnología criptográfica permite a los individuos tomar el control de su información”. El guardián está cerca, pero aún no es libre.
Nivel 4: El soberano con privacidad sólida y autonomía práctica
El nivel final es la culminación de la filosofía cypherpunk: el usuario soberano que no solo controla sus bitcoins, sino que los blinda contra cualquier intrusión. Lo más importante aquí es que corre un nodo Bitcoin personal (yo hice el mío con una Raspberry Pi) para validar cada transacción sin confiar en nadie y las compras son P2P o plataformas descentralizadas, además de usar la billetera de Sparrow (requiere conocimiento técnico)
Este soberano no es un ideal inalcanzable, sino un estado práctico. No necesita minar sus propios bitcoins ni vivir fuera de la red; usa herramientas accesibles para reclamar lo que le pertenece. Los riesgos son mínimos porque el conocimiento los neutraliza. Aquí, la visión de los cypherpunks se hace realidad: “La privacidad en una sociedad abierta requiere sistemas criptográficos”, escribió Hughes. El soberano no pide permiso; simplemente existe.
El camino cypherpunk: un llamado a la acción
Bitcoin no es un regalo; es una herramienta que exige compromiso. Cada nivel es un acto de resistencia contra la vigilancia masiva, la centralización del poder y la erosión de la libertad. El principiante vive en la jaula; el básico la abre; el guardián sale de ella; el soberano la destruye. Pero este viaje no es solo técnico: es filosófico. Los cypherpunks nos enseñaron que la privacidad no se negocia, que la seguridad es un derecho, y que la soberanía es la meta.
Avanzar entre estos niveles requiere aprender, cuestionar y actuar. Del exchange al nodo, del KYC al anonimato, cada paso es una declaración: no seremos controlados. En un mundo que busca domesticar a Bitcoin, el soberano cypherpunk lo mantiene salvaje, fiel a su esencia. ¿En qué nivel estás? Coméntame en mi cuenta de X y si necesitas ayuda, con gusto podemos hablar.
Si te gusto este contenido y crees que aporta valor, te invito a que me lo hagas saber. Puedes seguirme en X geralrock o invitarme un café en forma de sats a geralrock@blink.sv